Y ahora supera mi beso by Megan Maxwell

Y ahora supera mi beso by Megan Maxwell

autor:Megan Maxwell [Megan Maxwell]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántica
editor: Esencia
publicado: 2022-11-22T23:00:00+00:00


Capítulo 33

Encontrar la playa de Benijo ha sido más fácil de lo que imaginaba.

Una vez que aparco mi moto bajo un árbol para protegerla del sol, camino unos metros hasta que llego a un sitio en el que, como ya me advirtió Verónica, me quedo sin habla.

¡Qué preciosidad de playa!

El paisaje que tengo ante mí es una verdadera maravilla y, tras hacerme un selfi, se lo mando a Vero. Quiero que vea que he seguido con el plan y no me ha jorobado el día.

Guardo el móvil en el bolsillo de mis bermudas y empiezo a bajar el mogollón de escaleras que hay hasta la arena. Pero, en cuanto llego a la playa, me siento tan bien que creo que el esfuerzo ha merecido la pena.

Acalorada, dejo mi mochila y el resto de mis cosas junto a las rocas. La marea está bastante alta, y la poca gente que hay aquí está en el agua, que está muy tranquila.

Gustosa, me quito la ropa, me quedo en bikini y corro hacia el mar.

Una vez dentro, la sensación es maravillosa. El agua me proporciona el frescor que necesito y, tras nadar un rato y desfogarme, hago el muerto y disfruto del sol sobre mi cuerpo y mi rostro.

De inmediato me viene a la mente Jan. ¿Qué estará haciendo?

Pensar en el pequeño me hace sonreír. Nunca había estado tanto tiempo con un bebé, y reconozco que me estoy enamorando de él. En los hospitales en los que he trabajado he sido la típica enfermera de pediatría que siempre andaba con algún pequeñín en brazos. Me encantan los niños. Pero nunca había estado las veinticuatro horas del día con uno como con Jan y, la verdad, aunque este rato de tranquilidad me está viniendo de lujo, lo echo de menos.

Pensar en él hace que inevitablemente piense también en su padre. En ese hombre que tanto me atrae, que me ha dado calabazas y que creo que se va a enfadar mucho cuando sepa lo de la figurita del samurái...

¿Cómo se lo digo antes de que se dé cuenta de que le falta una?

Pienso, pienso y pienso, y cuanto más lo pienso más me agobio.

Al rato salgo del agua, camino hacia mi toalla y, tan pronto como me siento en ella, abro mi mochila y, al sacar la figurita del samurái en tres partes, me desespero. Es tan fina y delicada que, aunque la pegue con cola, se va a dar cuenta.

Al mirarla con atención distingo un nombre escrito en ella. Rápidamente cojo mi móvil, entro en Google y veo que ese nombre corresponde a un fabricante japonés de figuritas. Durante unos minutos veo fotos de figuras, hasta que encuentro las que tiene Liam: «Colección Buena Sintonía».

Según leo eso, sonrío y musito:

—Perfecto nombrecito.

Busco información sobre cómo conseguir una figurita igual, y entonces me quedo sin palabras. Cada una de ellas vale la friolera de tres mil euros... ¿En serio?

Horrorizada, y pensando en cómo conseguir la figura más barata, vuelvo a meter el samurái en la



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